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miércoles, 4 de mayo de 2011

El coleccionista responsable

Resulta bastante paradójico el hecho de que conforme avanzan las generaciones y tanto los costes como los tiempos de desarrollo se multiplican exponencialmente, la cantidad de videojuegos que llegan al mercado también sigue la misma senda de crecimiento. Mientras que en la época de los ordenadores de 8 bits un par de amigos podían crear todo un "señor videojuego", en los tiempos actuales los equipos de desarrollo se asemejan más a las cifras de la industria del cine.


Esta reflexión viene a cuenta del nivel de exigencia económico que requiere mantenerse al día y tener una colección de videojuegos bastante completa. Aquellos que llevamos disfrutando de esta afición desde hace décadas hemos tenido la oportunidad de crecer económicamente y poder aprovechar esta forma de ocio de una manera más intensiva, o eso es lo que nos creemos.



Basta con revisar la cantidad de clásicos imprescindibles que podemos encontrar en cada sistema echando la vista atrás, o simplemente con realizar el sencillo ejercicio de recordar qué sistemas poseíamos en cada generación para darnos cuenta de que la inmensa mayoría de jugadores hardcore son compradores compulsivos a los que la vista les puede más que el "estómago".

En mi caso en particular y como he mencionado en otros artículos, comencé con un Amstrad CPC464 de cassette y luego pegué el salto a los PCs con 386DX40. Más tarde y convencido por las bondades de Street Fighter II, me hice con una Super Nintendo que disfruté y exploté hasta su último estertor comercial con juegos como Street Fighter Alpha 2 y Donkey Kong Country 3: Dixie's Kong Double Trouble. El salto generacional me llegó con el primer modelo de PlayStation, aquel prodigio del diseño que consiguió que la fuente de alimentación fundiera la lente del lector de compactos. La escogí por encima de la deseable Nintendo 64, rompiéndose a las primeras de cambio mi fidelidad hacia la gran N.

La llegada de los 128 bits coincidió con el comienzo de mi independencia económica, entendida en el sentido más estricto y también con el declive de mi educada y responsable ocupación de jugador. Primero adquirí la DreamCast con el increíble Soul Calibur. Luego y pese a que no estaba previsto, me hice con la PlayStation 2 con tan sólo tres semanas de distancia respecto a su lanzamiento europeo (sorprendentemente y contra todo pronóstico quedaban unidades y eso que se avisó de que no habría para cubrir todas las reservas). Mi afición a los productos de Nintendo me hizo hacerme primero con Game Boy Advance, mi estreno dentro del campo de las portátiles y más tarde con GameCube, coincidiendo con la salida de Metroid Prime. Para rematar el triunfo en la generación llegaría una Xbox de segunda mano y la compra de una Nintendo 64 para resolver el agravio que cometí al escoger a la 32 bits de Sony por encima de la sucesora de Super Nintendo.



Cuesta abajo y sin frenos llegarían la Game Boy Advance SP, Game Boy Micro, Nintendo DS, PlayStation Portable, Sega Saturn japonesa, un breve período de tiempo junto a la NeoGeo AES, la revisión Lite de la primera DS, la Wii, PlayStation 3, Xbox 360, una PlayStation Portable Slim y recientemente una Nintendo 3DS. Como buen coleccionista acompañé a cada su sistema con los imprescindibles y todos aquellos títulos que encajaban con mi perfil de jugador. Lo que a priori podría definirse como una situación de privilegio con una colección envidiable, puede tamizarse y reubicarse en el apartado de comportamiento irresponsable y con la pérdida del enfoque principal que debe guiar las decisiones de un jugador: escoger de una forma mesurada y disfrutar al máximo de cada título.

Atrás quedaron los tiempos de Super Nintendo en los que se producían cuatro o cinco lanzamientos de relumbrón al año. Incluso disfrutar en profundidad de un único sistema (especialmente con consolas como PlayStation 3 y Xbox 360 por encima de las situaciones que nos hayamos podido encontrar en otros dispositivos como Wii), resulta bastante problemático por la ingente cantidad de lanzamientos. Además la tendencia a convertirnos en jugador multiplataforma es prácticamente irresistible.

La generación actual ha añadido el problema de que pasar por caja una vez con un videojuego no garantiza la experiencia de juego definitiva, debido al traslado de las expansiones al mundo de las consolas. Desgraciadamente se ha optado por la visión más mercantilista y menos satisfactoria para el usuario (ya hablaremos en otra ocasión más detenidamente de este aspecto), pero en cualquier caso se nos presentan más gastos para reducir nuestro presupuesto.



Lo peor de todo es que mi caso, hablando claro está del jugador hardcore, no es precisamente la excepción. Abundan en los foros de todas y cada una de las webs profesionales dedicadas a este mundillo los ejemplos de consumismo desatado y el resultado final es que todos tenemos multitud de títulos que prácticamente no hemos desprecintado o que relajando el criterio de exigencia, no hemos aprovechado en su justa medida.

En mi caso en particular tengo el agravante de haber dedicado siete años de mi vida a colaborar con una de estas webs profesionales, lo que te obligaba a seguir un ritmo de testeos para análisis y avances totalmente contrario con el disfrute más sano. No había tiempo para tomarse un respiro o simplemente disfrutar más tranquilamente del juego X en particular que te hubiera cautivado. Por ello, cuando tu vida sigue evolucionando y se reduce drásticamente el tiempo disponible para este ocio, tienes una oportunidad de oro para volver a convertirte en un jugador responsable, aunque tengo que admitir que no es nada sencillo cumplirlo

Otro día hablaremos de la conveniencia de adquirir los videojuegos en su estreno, tanto por las implicaciones económicas que conlleva, como por los problemas de bugs y fallos que se van solucionando mediante parches. En cualquier caso os invito primero a la reflexión sobre lo que he expuesto, comenzando por mi trayectoria como jugador y continuando por el consejo más recomendable el tiempos de crisis: centraros en uno o dos sistemas, comprar sólo lo que vayáis a jugar en cada momento, escoger sabiamente el momento en el que adquirís el título en cuestión para optimizar vuestro presupuesto y disfrutar tranquila y pausadamente de cada videojuego. Esto es simple y puramente ocio y disfrute y debemos evitar las conductos compulsivas y obsesivas. El consumismo optimiza los beneficios de las grandes corporaciones y se nos bombardea constantemente desde los medios para seguir sus instrucciones cual manada de elefantes.

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